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08/10/2024 0 Comentarios
Del Dolor a la Plenitud: Navegando las Aguas de la Terapia y la Autoaceptación
Tenemos que aprender a abrirnos, aprender a afrontar con honestidad y humildad aquello que no deseamos y rechazamos de nosotros mismos y en los demás. Tenemos que bajar con Dante a nuestro infierno personal, conocer en profundidad la oscuridad para emerger a la claridad de la plenitud. No existe separación sustancial entre los demás y nosotros. Conocer nuestras heridas, darles nombre es la clave para desidentificarnos del dolor y de los problemas para poder sanar, y realizar el viaje universal y mitológico del héroe que albergamos dentro.
Tenemos que aprender a abrirnos, aprender a afrontar con honestidad y humildad aquello que no deseamos y rechazamos de nosotros mismos y en los demás. Tenemos que bajar con Dante a nuestro infierno personal, conocer en profundidad la oscuridad para emerger a la claridad de la plenitud. No existe separación sustancial entre los demás y nosotros. Conocer nuestras heridas, darles nombre es la clave para desidentificarnos del dolor y de los problemas para poder sanar, y realizar el viaje universal y mitológico del héroe que albergamos dentro. En nuestro interior vive una persona herida y también un sanador interno con el que debemos contactar. Todos estamos rotos, pero podemos recuperarnos. Las personas que encontremos en el camino son el crisol de trasformación, el encuentro cambia y da la posibilidad de mejorar del otro. La conexión actúa como un bálsamo calmante.
Nos enfadamos con demasiada facilidad, permanecemos enajenados y separados de nosotros mismos y de la realidad. Las personas a veces acuden a terapia para recuperar su vida anterior, pero acaso no vivimos siempre nuestra propia vida. Quizás lo que necesitan es observar con atención aquello que no quieren o no pueden ver. Parar y estar presentes para aprender, para ver con claridad, franqueza y comprensión. Y con esta mirada renovada poder elegir las respuestas más adecuadas en cada situación y no repetir aquellas que están impulsadas por miedos o hábitos.
Como dijo Melanie Klein, la gratitud es un síntoma de salud mental. Simplemente el contacto con otra persona ayuda a que la otra actúe de un modo mejor y más eficaz. Estar consciente con un otro desencadena fuerzas positivas. Pienso que para la profesión de terapeutas no se puede llevar a cabo un buen ejercicio profesional sin una preparación personal y esto incluye realizar nuestra propia terapia. Debemos conocer nuestras carencias afectivas, ya que para progresar hay que regresar. El sufrimiento es relacional, nuestra identidad es el resultado de nuestras relaciones. Hay que hacer las paces con el pasado y experimentar la vida adulta sin la carga de los sucesos de la infancia. Cualquiera que realice su propio trabajo personal y pase por el rol de paciente aprenderá a cuidar sin dañar, sin imponer en el paciente sus necesidades o heridas. Es una forma de aprender a amar y acompañar al otro. Pero antes de iniciar el rol de sanadores hay que sentirse sanado. Ya que cuando en lo desconocido aparece lo conocido, nos aporta seguridad y ayuda a saber cómo actuar. Cuando las dificultades y problemas sanaron por un recorrido realizado en nuestra psicoterapia, podemos albergar la esperanza y la certeza de que nuestros pacientes pueden recorrer un sendero similar y hallar la serenidad restaurando sus carencias.
Las personas crecemos como resultado de la interacción entre nuestras necesidades y capacidad con los demás. La construcción del psiquismo se da en un proceso de interacción. Desde que nacemos, necesitamos de "un otro" capaz de leer y atender nuestras necesidades. Necesidades que nunca se cubren de forma completa, fomentando un mal crecimiento emocional en el infante. Aprender a depender es esencial. Saber recibir, aceptar cuidados y mostrarse vulnerables depende de las experiencias pasadas. Un niño no nace con autoestima y no sabe su valor. Adquiere una imagen de quien es en función del cariño y de la mirada que sus padres o cuidadores le proporcionan. Las dependencias son rechazadas porque nadie quiere volver a revivir la necesidad no cubierta de depender y sienten miedo de reexperimentar el sufrimiento de la ausencia, de la pérdida. Es un logro como sujetos psíquicos poder disfrutar de una sana dependencia, esperamos recibir afecto y al no lograrlo huiremos de la dependencia con defensas y corazas como puede ser el aislamiento y la soledad. Es esencial la necesidad de sentir y aceptar ternura, afecto y cariño. Quienes no se han sentido queridos temen querer porque eso implica la necesidad de ser queridos, y no pueden exponerse de nuevo a sentir la pérdida del afecto que no fue correspondido y causó mucho sufrimiento.
Amar conlleva el riesgo de no ser amado. El amor en la vida adulta es la protección y el sostén afectivo para reparar la falta del mismo y para reparar de nuestra infancia las necesidades no cubiertas de seguridad, afecto y valoración. Estas ausencias puede dar paso a tres heridas: esquizoides, melancólicas y narcisistas. Si nos sentimos inseguros tenderemos al aislamiento. Al no tener cariño ni afecto nos hicieron sentir que no éramos merecedores de ser amados, instauraremos la autoinculpación como defensa, entrando en un estado melancólico donde se evitarán situaciones donde se repita la aparición de la tristeza y de no sentirnos queribles. Al no ser valorados ni sentirnos valiosos tendremos miedo a mostrarnos como somos y ser juzgados o menospreciados. Sentir que no somos valorados llevará a sentir rabia ante el dolor de la vergüenza y de la humillación, se activará la defensa narcisista desde la agresividad y el desprecio por los demás.
Tenemos que saber que el paciente hace lo que puede y cuando puede hacerlo. La cura no se impone, se elige y decide en el momento en que se sienten capaces de hacerlo. Hay que caminar detrás del paciente, nunca adelantarle. Tras sentir el dolor del paciente, debemos repararlo dando una respuesta correctora, que repare emocionalmente, acoja y sea útil para la persona. Los conflictos se deben a escenas del pasado sin resolver que impiden la resolución de los conflictos actuales.
Las personas nos mostramos desde nuestro conocimiento e historia relacional que nos permite y proporciona una seguridad conocida. Los miedos se superan hablando de ellos y conociéndolos. Los comportamientos autodestructivos (beber alcohol, comer en exceso o no alimentarse, la hipersexualidad, entre otras conductas) son formas de sobrevivir a la depresión y la desesperación.De evitar mirar el sufrimiento y soportar el dolor psíquico a cambio del daño físico que parece ser más soportable o una manera de sentirse vivo.
Alivia poder reencontrase mentalmente con la situación traumática y poder expresar lo que se sintió. Ofrecer alternativas al recuerdo doloroso y poder ser esta vez protagonistas del mismo, sentir que tiene derechos y puede cambiar la historia, repara la escena convirtiéndola en otra menos conflictiva.
Para crear relaciones diferentes a las aprendidas, primero necesitamos desprendernos del daño; luego podremos ofrecer algo nuevo, sanador y beneficioso. El sufrimiento se vence con ternura, al quedarnos con lo bueno que hemos recibido y descartar lo que nos hizo daño. Cuanto más negamos la parte que heredamos de nuestros padres, más difícil será deshacernos de aquello que no nos gusta de ellos y que nos hace sufrir. Ser conscientes de los aspectos de las relaciones que hemos evitado y ocultado nos ayuda a reescribir las vivencias de amor.
La terapia restaura porque busca respuestas y permite que el dolor se integre con el cariño. El terapeuta construye con el paciente una historia diferente a la vivida desde la carencia o el exceso, proporcionando una basada en el cuidado y la comprensión amorosa.
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